Perdonar es pagar la deuda
El pecado —y el dolor que causa— puede tomar varias formas. Una relación puede romperse tan fácil en un breve intercambio de palabras, puede ser tan fácilmente quebrada en un mundo caído. Un padre ausente. Un hijo irrespetuoso. Un amigo convertido en enemigo. Cuando alguien peca contra ti sientes esa punzada, ese dolor, ese conflicto interno que no te permite pensar en cualquier otra cosa. Sientes tristeza, enojo, o una combinación explosiva de las dos.
Podríamos decir que cuando alguien peca contra ti sientes la deuda del pecado. Y a todos nos cuesta perdonar.
El pecado incurre una deuda
Cristo a menudo describe la consecuencia del pecado como una deuda. Cuando les enseña a sus discípulos a orar, él ora:”Y perdónanos nuestras deudas, como también nosotros hemos perdonado a nuestros deudores” (Mt. 6:12). En la parábola de los deudores, Él literalmente llama a los dos pecadores dos deudores (Mt. 18). Y tiene sentido, ¿no? ¿O acaso no has sentido cuando alguien peca contra ti que ahora te debe algo? Y en respuesta, tú los tratas mal, los desprecias, hablas mal de ellos con otras personas, e incluso esperas que ellos sufran como tú sufriste. Hay un sentimiento de deuda allí porque tú quieres que ellos paguen el precio de su pecado.
A muchos nos cuesta perdonar. Y eso hace sentido cuando entendemos que el pecado incurre una deuda.