Federico Mora y nuestra realidad espiritual

Hace unas semanas el noticiero BBC publicó un video que relata las condiciones del hospital psiquiátrico Federico Mora en Guatemala, que hospeda 340 pacientes, 50 siendo criminales con problemas mentales. El periodista británico Chris Rogers se hizo pasar como un representante de una organización de beneficencia para poder entrar a las instalaciones del hospital y ver en persona las condiciones de los pacientes. Sus descubrimientos no solo son desgarradores, sino también exasperantes. 

El reportaje reveló las terribles condiciones en las que viven los pacientes. La mayoría están fuertemente sedados y descuidados. Muchos duermen en sus propias heces, y han habido múltiples casos de abuso sexual a los pacientes por los guardias. No es sorprendente que el hospital fue denunciado por la BBC como el peor hospital psiquiátrico en América.

La Prensa Libre tradujo los comentarios del periodista describiendo la condición de los pacientes:

“Los pacientes tienen la apariencia de haber sido fuertemente sedados. Están totalmente rapados, vestidos con túnicas y descalzos. Otros van desnudos, exponiendo su piel sucia con su propia orina y excremento. Ellos parecen más prisioneros de un campo de concentración que pacientes”, describe Rogers.

Después de la publicación del video, la situación empeoró cuando la vicepresidenta de Guatemala, Roxanna Baldetti, hizo una defensa contra las alegaciones explicando que las condiciones pésimas del hospital se encontraban así porque los pacientes mismos los destruían por no entender que están en un lugar de “descanso”. La vicepresidenta también comentó, “Para los que no conocen, el lugar es re-bonito, el problema es que a la par están los privados de la libertad de la zona 18” queriendo decir que la causa de los problemas no se puede atribuir solamente al hospital, sino también a los privados de libertad que vienen del Preventivo para Varones de la zona 18 (ubicado a la par) y son hospitalizados en el Federico Mora. Aún así, tal vez lo más sorprendente es que esto no es un problema recién descubierto, sino algo que el gobierno y los defensores de los derechos humanos en Guatemala han conocido por muchos años ya.