Aprender a lamentar significa que no trivializamos el dolor de algunos al hablar de la bondad de Dios, sino que podemos empatizar con ellos de manera sincera, y desde esa posición señalar la esperanza del evangelio.

El lamento es responder honestamente a la paradoja de la bondad de Dios y el dolor. En ese sentido, Mark Vroegop comenta: “Llorar es humano, lamentar es cristiano”.

Todos experimentamos dolor en este mundo. Nadie está exento de sufrir. El mundo llora. Pero los cristianos tenemos un lenguaje dado por Dios que nos apunta a su bondad y su misericordia. Por eso, el cristiano no solo llora sin solución, sino que lamenta con esperanza.


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