La adoración congregacional está diseñada para cautivarte con la gracia de Dios, para que desees ser un instrumento de esa gracia en las vidas de los demás.
La vida en un mundo caído es difícil. Ministrar a personas caídas es difícil. Ambas cosas te dejan exhausto, desanimado y tentado a ser un poco cínico. Simplemente no puedes vivir con pecadores sin ser ofendido. No puedes convivir con gente sin ver cómo se revela su verdadero corazón.
Entiendo por qué las personas, después de experimentar el dolor y la decepción que tan frecuentemente marcan nuestras relaciones, deciden vivir aislados o en una colección cómoda de relaciones casuales. Entiendo por qué la gente se dice a sí misma: “Ya lo he sufrido una vez, no lo volveré a sufrir de nuevo”. Entiendo por qué los matrimonios deciden vivir en una guerra fría a largo plazo, carente de amistad íntima y unidad. Comprendo por qué la gente en el ministerio frecuentemente elige vivir en aislamiento funcional del cuerpo de Cristo. Entiendo por qué los adultos deciden vivir a grandes distancias de sus padres. Entiendo por qué a muchas personas les da pavor ir a las reuniones familiares que acompañan los días festivos. Comprendo por qué las personas esconden sus heridas y se rehusen a hablar de temas doloroso unos con otros. Entiendo por qué la gente no quiere pedir ayuda o dar ayuda cuando se le solicita. Entiendo que ninguno de nosotros ha vivido en una sola relación en donde no se haya sufrido decepción de alguna forma. Comprendo que las relaciones pueden ser difíciles.