Hoy, como muchos días, Guatemala amaneció con noticias difíciles. A tan solo unas cuadras de nuestra propia iglesia, una niña de 16 años fue secuestrada y abusada para que la familia pague el secuestro. Tristemente, este tipo de eventos sucede con cierta frecuencia, pero este caso tiene algo particular. El secuestrador era hijo de un pastor. Aún peor, la niña era alumna en el colegio que pertenecía a la iglesia donde su papá era pastor. La casa donde hallaron a la niña era una casa que anteriormente fue alquilada por la iglesia.
Estas noticias generan muchas respuestas. Muchos inconversos de inmediato emiten su juicio: “esos cristianos son iguales o peores que los demás”. Muchos cristianos respondemos en enojo y vergüenza. ¿Cómo es que quedamos asociados con gente que hace todo tipo de maldad? ¿Cómo es que la Iglesia de Cristo puede llegar a tener tan mal nombre?
Hoy, al leer estas noticias, me pregunté, ¿cómo debería responder la Iglesia ante las noticias de “cristianos” involucrados en grandes escándalos? ¿Cómo no nos avergonzamos de nuestro evangelio cuando estamos avergonzados de los que profesan creer en el evangelio? Aquí algunas cosas que debemos recordar.