Estaba viajando con mi familia a un lago fuera de la ciudad cuando, por supuesto, nos perdimos. Nos detuvimos a pedirle ayuda a un anciano que vimos en la esquina. Él nos miró de manera sospechosa, hasta que nos preguntó: “¿Son cristianos?”. Al responder que sí –un poco sorprendidos por la pregunta–, inmediatamente mudó su rostro y nos dio las direcciones correctas. No me puedo imaginar dónde habríamos terminado si hubiéramos sido budistas.
En Guatemala, donde vivo, el cristianismo es una característica tan común de la cultura que muy fácilmente nos podemos olvidar que había una época en que ser cristiano (o estar “en Cristo”) era un concepto extraño.
Si has leído el libro de Hechos, tal vez has notado que para muchas personas era muy difícil entender el cristianismo, porque afirmaba cosas que ninguna otra religión o sistema de creencias había tratado de afirmar en el pasado.
“Entonces tomaron a Pablo y lo llevaron al Areópago, diciendo: “¿Podemos saber qué es esta nueva enseñanza que usted proclama? Porque le oímos decir cosas extrañas; por tanto, queremos saber qué significan.” Pues todos los Atenienses y los extranjeros de visita allí, no pasaban el tiempo en otra cosa sino en decir o en oír algo nuevo”, Hechos 19:21.
De hecho, la historia muestra que cuando comenzó la iglesia, los cristianos fueron acusados por sus vecinos de ser ateos y supersticiosos. Los cristianos eran distintos. Su religión no se comparaba con las otras religiones que el imperio romano había defendido bajo sus leyes de Pax Romana. Las religiones romanas y griegas se basaban en la adoración de ídolos, ceremonias en templos públicos, y sacrificios a los dioses.
¿Puedes ver por qué los romanos tenían dificultades en entender el cristianismo?