Si le preguntarás a alguien cómo luce un cristiano, sin duda muchos responderían que son aquellos que no beben, fuman, bailan, o tienen tatuajes. Por gran parte de mi vida, yo también pensé que el cristiano se definía por las cosas que no hacía. En este artículo no entraré a lo que debería ser nuestra postura en cuanto a esos temas. Simplemente quiero señalar que hay muchas personas confundidas con respecto a la apariencia de un cristiano.
Usualmente cometemos dos errores. Primero, porque sentimos una gran presión por validar nuestro cristianismo delante del mundo, tratamos de hacerlo a través de nuestras obras. Seguramente Cristo nos está conformando a Su imagen poco a poco, pero intentar validarnos delante de los demás por nuestras obras siempre será una batalla perdida. Por esta razón los cristianos tienen la fama de ser hipócritas. Esta manera de pensar es errónea porque cuando apuntamos la mirada del mundo hacia nuestras obras “santas”, corremos el riesgo de quitar su mirada sobre la perfecta santidad de Cristo y Su gracia inmerecida con nosotros. El segundo error que cometemos es definir la vida cristiana con actividades y prácticas no necesariamente prescritos por la Biblia. Decimos cosas como: “Esa persona no puede ser cristiana porque…” y listamos comportamientos condenados quizás por la cultura, pero que bíblicamente no definen, o descalifican, al cristiano.
¿Cuáles deben ser las características que revelan a un cristiano? ¿Cuánto tiempo debes estar con alguien para darte cuenta que es un cristiano? ¿Qué diferencias notables deben haber entre los cristianos y no cristianos? ¿Estamos dejando que la cultura, y no la Biblia, defina lo que es ser un cristiano?