Recientemente, un amigo de la iglesia me compartió un proyecto que me pareció una buena oportunidad para compartir el evangelio de una forma distinta a la que, por lo menos en el contexto de mi ciudad, se ha acostumbrado. Todo creyente ha sido empoderado para ser testigo (Hechos 1:8), por lo que puede y debe, por mandato bíblico, compartir el evangelio de una manera que sea culturalmente relevante. El uso de las redes sociales en estos días, es de suma importancia, pero la experiencia del “uno a uno”, no tiene comparación.
La idea del plan sugerido por mi amigo y hermano me pareció de lo más sencillo para ser puesta en marcha: llevar sillas un domingo por la tarde a una de las avenidas peatonales más concurridas en Ciudad de Guatemala, colocar un cartel invitando a quien tuviera dudas sobre la existencia de Dios o sobre la Biblia, para abordarnos y platicar.
Confiando que Dios traería a quienes habrían de acercarse en busca de respuestas (razones), colocamos cinco sillas y el cartel. Sucedió lo que estábamos esperando: personas comenzaron a acercarse a conversar y exponer las dudas que tienen. Tratamos temas desde la existencia de Dios, hasta la veracidad y credibilidad de la Biblia. Desde la clásica: “¿Por qué un Dios bueno permite el mal?”, hasta “¿Quién creó a Dios?”.
Ahora bien, este acercamiento con la gente, aparte de movilizarnos a predicar el evangelio a nivel personal, nos ayuda a conocer las dudas que las personas en nuestra ciudad están teniendo. También ayuda a prepararnos mejor para las ocasiones siguientes. (Esto proyecto es uno que queremos continuar). Y, sobre todo, nos lleva a la práctica del evangelio en cuanto a amar a nuestra ciudad, amando a nuestro prójimo.